JESÚS, EL MESÍAS,
PUSO FÍN
A LOS SACRIFICIOS Y
OFRENDAS
por Diac Gonzalez
por Diac Gonzalez
«Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa
ciudad… Y en otra semana confirmará el pacto a muchos, y a la mitad de la
semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda» (Dn 9:24, 27 - RVR1602)
Muchos estudiosos le han dado una interpretación errónea a la semana 70
de Daniel. Para explicar la porción bíblica: “Y en otra semana
confirmará el pacto a muchos”, han dicho que se refiere al anticristo,
quien al principio de la semana 70 firmará un pacto con Israel y lo violará a
la mitad de la semana. Este es un doble error, primero esta semana 70 ya se
cumplió, y segundo, el texto no se refiere al anticristo sino al Mesías, el
heredero del padre de familia, dueño de la viña.
Este acto de hacer “cesar el sacrificio y la ofrenda” es
distinto del acto de “quitar” temporalmente el “continuo
sacrificio” por Antíoco IV “Epifanes”, como lo podemos ver
en los siguientes dos versículos; y se debe tener claro que aquí no se hace
referencia al supuesto anticristo, como muchos lo han interpretado, sino a este
rey inicuo.
• «Aun contra el príncipe de la fortaleza se engrandeció, y por
él fué quitado el continuo sacrificio, y el lugar de su santuario fué echado
por tierra.» (Dn 8:11)
• «Y serán puestos brazos de su parte; y contaminarán el
santuario de fortaleza, y quitarán el continuo sacrificio, y pondrán la
abominación espantosa.» (Dn 11:31)
Esto tuvo su fiel cumplimiento alrededor del año 171 a.C., tiempo en el
que comenzó la represión de Antíoco IV Epífanes a los judíos. Fue asesinado el
sumo sacerdote Onías, se hizo cesar el culto del Templo de Jerusalén, e incluso
se edificó sobre el altar de los holocaustos otro altar consagrado a Baal
Samen, esto fue lo que se llamó: la abominación espantosa (desoladora). En el
siguiente párrafo del libro de Macabeos podemos darnos cuenta de lo que sucedió
en ese tiempo:
«Después de derrotar a Egipto, Antíoco emprendió el camino de
regreso en el año ciento cuarenta y tres. Subió contra Israel y llegó a
Jerusalén con un poderoso ejército. Entró con insolencia en el santuario, se
llevó el altar de oro, el candelabro de la luz y todos sus utensilios, la mesa
de los panes, los vasos para las libaciones, las copas y los incensarios de
oro, el velo y las coronas; y arrancó todo el decorado de oro que cubría la
fachada del templo. Tomó la plata, el oro, los objetos preciosos y los tesoros
ocultos que pudo hallar. Con todo ello se volvió a su tierra, después de haber
hecho gran matanza y de haber proferido palabras de inaudita insolencia. Así
sobrevino un gran duelo en todos los lugares de Israel. Jefes y ancianos
gimieron; doncellas y jóvenes perdieron su vigor, se marchitó la belleza de las
mujeres. El recién desposado entonó un lamento; sentada en el tálamo nupcial,
la esposa fue presa de angustia. Tembló la tierra por sus moradores, y toda la
casa de Jacob se cubrió de ignominia. Pasados dos años, envió el rey a un jefe
de tributos a las ciudades de Judá; llegó a Jerusalén con numerosas tropas, les
habló con falsía palabras de paz y ellos le dieron fe. Pero se arrojó de
repente sobre la ciudad, causó en ella gran estrago y acabó con mucha gente de
Israel. Saqueó e incendió la ciudad y arrasó sus casas y las murallas que la
cercaban. Se llevaron cautivas a las mujeres y a los niños y se apoderaron de
los ganados. Luego fortificaron la Ciudad de David con una grande y sólida
muralla y torres fortísimas, y la convirtieron en ciudadela. Instalaron allí
gente malvada, hombres sin ley, que se hicieron fuertes en ella. Se
aprovisionaron de armas y vituallas y depositaron en ella todo el botín
conseguido con el saqueo de Jerusalén. Vinieron a ser una permanente amenaza.
Esto fue una amenaza para el santuario, un maligno enemigo de Israel en todo
tiempo. Sangre inocente derramaron en torno al santuario y profanaron el
recinto sagrado. Por su causa huyeron los habitantes de Jerusalén, que vino a
ser morada de extranjeros; extraña se hizo a sus nativos, pues sus propios
hijos la abandonaron. Su santuario quedó desolado como un desierto; sus fiestas
se trocaron en duelo, sus sábados en oprobio, su honor en desprecio. Cuanta fue
su gloria fue ahora su deshonra; su esplendor se cambió en duelo. Publicó el
rey un edicto en todo su reino para que todos fueran un solo pueblo y para que
cada uno abandonara sus costumbres. Todos los gentiles se acomodaron a la
palabra del rey. También muchos israelitas aceptaron el culto oficial,
sacrificaron a los ídolos y profanaron el sábado. Por medio de mensajeros envió
el rey cartas a Jerusalén y a las ciudades de Judá, para que siguieran costumbres
extrañas al país. Debían excluir del santuario holocaustos, sacrificios y
libaciones; profanar sábados y fiestas; contaminar el santuario y los lugares
santos; construir altares, recintos sagrados y santuarios idolátricos; ofrecer
en sacrificio puercos y animales impuros; dejar a sus hijos sin circuncidar;
mancillarse a sí mismos con toda clase de impurezas y de abominaciones, de modo
que olvidaran la ley y cambiaran todas sus costumbres. Y quien no obrara
conforme a este decreto del rey, debía morir. En estos términos escribió a todo
su reino. Nombró, además, inspectores sobre todo el pueblo y ordenó a las
ciudades de Judá que en todas ellas se ofrecieran sacrificios. Se les unieron
muchos del pueblo, todos los que abandonaban la ley, y causaron males en el
país, con lo que obligaron a Israel a ocultarse en toda suerte de refugios. El
día quince de kisleu, en el año ciento cuarenta y cinco, edificó sobre el altar
de los holocaustos la Abominación de la desolación. También levantaron
altares en las ciudades circunvecinas de Judá. Quemaban incienso a las puertas
de las casas y en las plazas y rasgaban y arrojaban a las llamas los libros de
la ley que podían encontrar. Si alguien poseía un libro de la alianza, o se
sabía que era partidario de la ley, se le condenaba a muerte en virtud de este
decreto del rey. Valiéndose de su poder, mes tras mes actuaban contra Israel,
contra los que eran descubiertos en las ciudades. El veinticinco del mes
ofrecían sacrificios en el ara que había sobre el altar de los holocaustos. A
las mujeres que habían circuncidado a sus hijos les daban muerte conforme al
edicto, con sus criaturas colgadas al cuello, y ejecutaban a sus familiares y a
todos cuantos habían participado en la circuncisión. Sin embargo, muchos en
Israel se mantuvieron firmes y tuvieron el valor de negarse a comer cosas
impuras. Prefirieron la muerte antes que contaminarse con los alimentos y
profanar la alianza santa. Y por eso murieron. Grande fue la cólera que se
desató sobre Israel.» (1 Mac 1:20-64 – Biblia Serafín de Ausejo)
Pero tenemos que estar claros que esta profecía se cumplió en el tiempo
del imperio griego, no tiene nada que ver con el imperio romano, y mucho menos
con el supuesto anticristo futuro. Además de eso, como en ese tiempo no se
manifestó el Reino de Dios con sus múltiples beneficios, esta es la otra clave
para saber que ese suceso fue solamente un signo precursor, ya que solamente en
el Mesías se cumpliría lo anunciado referente a la justicia eterna y todo lo
que se desprende de ella. Veamos un comentario acerca de este tema de la Biblia
Latinoamericana 1995:
«En todo caso las cifras puestas por el autor se refieren al tiempo
de los Macabeos. Si no se verificó entonces el fin de la historia, es inútil
manipular las cifras para calcular cuándo será Dios no quiso darla a conocer
(Mc 13,32). Al final del siglo pasado, el fundador de los Testigos de Jehová
construyó toda su interpretación de la Biblia sobre esta profecía de Daniel.
Sus cálculos extravagantes demostraban que, después del reino de Dios en
Israel, con David y Salomón, terminado en tiempos de Daniel, empezaba el nuevo
Reino de Dios, el cual terminaría en el año 1914, con el fin del mundo. Como no
sucedió, rectificaron sus cálculos. No es el lugar para discutir sus teorías.
Basta notar que para ellos las dos fechas claves de la salvación son la
destrucción de Jerusalén en el siglo VI antes de Cristo, y el año 1914. En
cambio, la venida de Jesús, su muerte y su resurrección no tienen ninguna
importancia para la venida del Reino de Dios. Con esto se verifica el error de
los que se apoyan en textos confusos de la Biblia para cuestionar las verdades
más seguras, en vez de partir de las bases más firmes de la fe para tratar de
aclarar los textos confusos.»
Al contrario del cese de los sacrificios y ofrendas impuesto por
Antíoco, el Mesías, con su sacrificio en la cruz, hizo que automáticamente
cesaran completa y definitivamente todos los sacrificios y las ofrendas en
general. A partir de ese preciso momento, ya no tendría sentido el seguir
ofreciendo sacrificios y ofrendas (como lo hacen aun los judíos no creyentes,
simplemente porque ellos no reconocen a Jesús como su Mesías). Tampoco tiene
sentido construir un nuevo templo en Jerusalén porque el verdadero templo es
Jesucristo, y ese templo físico que fue destruido en el año 70 fue simplemente
una sombra o reflejo del verdadero templo. El acto sacrificial del Mesías dio
como resultado la sustitución del sacerdocio levítico que subsistía de los
diezmos del pueblo de Israel, por un sacerdocio superior que él recibió (según
el orden de Melquisedec), y que, además, ni necesitó ni necesita de diezmos
para subsistir:
«Si hubiera sido posible alcanzar la perfección mediante el
sacerdocio levítico (pues bajo éste se le dio la ley al pueblo), ¿qué necesidad
había de que más adelante surgiera otro sacerdote, según el orden de
Melquisedec y no según el de Aarón? Porque cuando cambia el sacerdocio, también
tiene que cambiarse la ley. En efecto, Jesús, de quien se dicen estas cosas,
era de otra tribu, de la cual nadie se ha dedicado al servicio del altar. Es
evidente que nuestro Señor procedía de la tribu de Judá, respecto a la cual
nada dijo Moisés con relación al sacerdocio. Y lo que hemos dicho resulta aún
más evidente si, a semejanza de Melquisedec, surge otro sacerdote que ha
llegado a serlo, no conforme a un requisito legal respecto a linaje humano,
sino conforme al poder de una vida indestructible. Pues de él se da testimonio:
"Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec". Por
una parte, la ley anterior queda anulada por ser inútil e ineficaz, ya que no
perfeccionó nada. Y por la otra, se introduce una esperanza mejor, mediante la
cual nos acercamos a Dios.» (Heb 7:11-19 - NVI)
El Mesías “fue cortado” en la mitad de la
última semana, mitad del año 30. Su vida profética duró tres años y medio.
Ahora bien, el tres y medio no indica, como el diez, el poder del mundo en su
plenitud, sino (mientras opuesto al poder divino el cual se expresa por siete)
quebrado y derrotado en su aparente triunfo. Así la muerte de Jesús parecía el
triunfo del mundo, pero fue en realidad la derrota de los poderes del mundo
conjuntamente con su príncipe: «Ahora es el juicio de este mundo: ahora
el príncipe de este mundo será echado fuera.» (Jn 12:31).
ROTURA DEL VELO DEL TEMPLO
«Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad.» (Lc
23:45 – RV1960). La rotura del velo del templo señaló el fin o cesación de los
sacrificios por la muerte de Cristo: «Porque con un solo sacrificio ha
hecho perfectos para siempre a los que está santificando. También el Espíritu
Santo nos da testimonio de ello. Primero dice: "Éste es el pacto que haré
con ellos después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en su
corazón, y las escribiré en su mente." Después añade: "Y nunca más me
acordaré de sus pecados y maldades." Y cuando éstos han sido perdonados,
ya no hace falta otro sacrificio por el pecado.» (Heb 10:14-18 - NVI).
En otras palabras, un único sacrificio puso fin a todos los sacrificios. Así
cuando los ritos levíticos se acercaban a su fin, Jeremías, Ezequiel y Daniel,
con una claridad cada vez mayor, oponen el nuevo pacto espiritual a los
elementos terrenales y pasajeros del pacto viejo.
La rotura del velo tiene un doble significado que envolvía el fin de
una era y el inicio de otra:
• Fue ejecutado el fin de la nación de Israel como pueblo de Dios, al
rechazar el reino divino, y el inicio de la era de la iglesia heredera del
reino de Dios. Lamentablemente a Israel (como nación) solo le esperaba la
destrucción física (la cual ocurrió en el año 70) ya que espiritualmente, esa
nación fue destruida al romperse el velo. Allí se cortó la comunicación de Dios
con esa nación, al quedar descubierto el Lugar Santísimo.
• Se invalida o pone fin al Antiguo Pacto de Dios con Israel, y se
firma con sangre un Nuevo Pacto con la iglesia, cuyas promesas son más
excelentes que las del primer pacto.
• La barrera de separación entre Dios y el género humano fue quitada,
pero fue colocada una barrera de separación entre Dios y la nación de Israel.
Ahora todo ser humano (incluyendo al israelita como individuo) tiene la
libertad de acercarse a Dios y formar parte del reino de Dios en manos de la
iglesia, gracias al sacrificio de Cristo.
Recordemos que el velo ocultaba el Lugar Santísimo del templo de la
vista de todo el mundo, y sólo un Sumo Sacerdote descendiente de Aarón podía
entrar allí, y lo hacía una sola vez al año en el día de la expiación, cuando
ofrecía sacrificios por los pecados de la nación.
Pero la muerte de Jesucristo quitó el velo, y a partir de ese momento
todos los fieles que hemos aceptado a Jesús como nuestro Mesías, podemos entrar
a la presencia de Dios en todo momento, porque ese velo de separación ya no
existe, ya no es necesario:
«Así que, hermanos, mediante la sangre de Jesús, tenemos plena
libertad para entrar en el Lugar Santísimo, por el camino nuevo y vivo que él
nos ha abierto a través de la cortina, es decir, a través de su
cuerpo; y tenemos además un gran sacerdote al frente de la familia de Dios.» (Heb
10:19-21 - NVI)
En la siguiente porción bíblica se ve claramente para qué se pone fin a
los sacrificios y ofrendas:
«Por eso, al entrar en el mundo, Cristo dijo: "A ti no te
complacen sacrificios ni ofrendas; en su lugar, me preparaste un cuerpo; holocaustos
y expiaciones no fueron de tu agrado. Por eso dije: Aquí me tienes', como está
escrito de mí en el libro: 'He venido, oh Dios, a hacer tu
voluntad.'" Primero dijo: "Sacrificios y ofrendas, holocaustos y
expiaciones no te complacen ni fueron de tu agrado" (a pesar de que la ley
exigía que se ofrecieran). Luego añadió: "Aquí me tienes: He venido a
hacer tu voluntad." Así quitó lo primero para establecer lo
segundo.» (Heb 10:5-9 - NVI)
Como podemos ver Dios requiere obediencia y corazón puro, no una
conformidad vacía al sistema expiatorio. Dejar de lado el primer sistema en
favor de uno mucho más favorable significa abandonar el sistema expiatorio de
la ley ceremonial; no debe entenderse como eliminar la ley moral de Dios. La
ley ceremonial preparó a la gente para la venida de Cristo, con su muerte y
resurrección aquel sistema ya no es necesario. Por medio de Cristo podemos
cumplir la ley moral en la medida que le permitamos vivir en nosotros.
Diac Gonzalez
Maturín, Monagas, Venezuela
Publicado en la edición 1, págs. 4 - 6
10/04/2016
10/04/2016
Buen aporte....es cierto de acuerdo a las escrituras las 70 semanas tienen su Cumplimiento en Mesias...
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