lunes, 23 de mayo de 2016

Jesús, el Mesías, puso fin a los Sacrificios y Ofrendas

JESÚS, EL MESÍAS, PUSO FÍN
A LOS SACRIFICIOS Y OFRENDAS
por Diac Gonzalez


«Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad… Y en otra semana confirmará el pacto a muchos, y a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda» (Dn 9:24, 27 - RVR1602)

Muchos estudiosos le han dado una interpretación errónea a la semana 70 de Daniel. Para explicar la porción bíblica: “Y en otra semana confirmará el pacto a muchos”, han dicho que se refiere al anticristo, quien al principio de la semana 70 firmará un pacto con Israel y lo violará a la mitad de la semana. Este es un doble error, primero esta semana 70 ya se cumplió, y segundo, el texto no se refiere al anticristo sino al Mesías, el heredero del padre de familia, dueño de la viña.

Este acto de hacer “cesar el sacrificio y la ofrenda” es distinto del acto de “quitar” temporalmente el “continuo sacrificio” por  Antíoco IV “Epifanes”, como lo podemos ver en los siguientes dos versículos; y se debe tener claro que aquí no se hace referencia al supuesto anticristo, como muchos lo han interpretado, sino a este rey inicuo.

• «Aun contra el príncipe de la fortaleza se engrandeció, y por él fué quitado el continuo sacrificio, y el lugar de su santuario fué echado por tierra.» (Dn 8:11)

• «Y serán puestos brazos de su parte; y contaminarán el santuario de fortaleza, y quitarán el continuo sacrificio, y pondrán la abominación espantosa.» (Dn 11:31)

Esto tuvo su fiel cumplimiento alrededor del año 171 a.C., tiempo en el que comenzó la represión de Antíoco IV Epífanes a los judíos. Fue asesinado el sumo sacerdote Onías, se hizo cesar el culto del Templo de Jerusalén, e incluso se edificó sobre el altar de los holocaustos otro altar consagrado a Baal Samen, esto fue lo que se llamó: la abominación espantosa (desoladora). En el siguiente párrafo del libro de Macabeos podemos darnos cuenta de lo que sucedió en ese tiempo:

«Después de derrotar a Egipto, Antíoco emprendió el camino de regreso en el año ciento cuarenta y tres. Subió contra Israel y llegó a Jerusalén con un poderoso ejército. Entró con insolencia en el santuario, se llevó el altar de oro, el candelabro de la luz y todos sus utensilios, la mesa de los panes, los vasos para las libaciones, las copas y los incensarios de oro, el velo y las coronas; y arrancó todo el decorado de oro que cubría la fachada del templo. Tomó la plata, el oro, los objetos preciosos y los tesoros ocultos que pudo hallar. Con todo ello se volvió a su tierra, después de haber hecho gran matanza y de haber proferido palabras de inaudita insolencia. Así sobrevino un gran duelo en todos los lugares de Israel. Jefes y ancianos gimieron; doncellas y jóvenes perdieron su vigor, se marchitó la belleza de las mujeres. El recién desposado entonó un lamento; sentada en el tálamo nupcial, la esposa fue presa de angustia. Tembló la tierra por sus moradores, y toda la casa de Jacob se cubrió de ignominia. Pasados dos años, envió el rey a un jefe de tributos a las ciudades de Judá; llegó a Jerusalén con numerosas tropas, les habló con falsía palabras de paz y ellos le dieron fe. Pero se arrojó de repente sobre la ciudad, causó en ella gran estrago y acabó con mucha gente de Israel. Saqueó e incendió la ciudad y arrasó sus casas y las murallas que la cercaban. Se llevaron cautivas a las mujeres y a los niños y se apoderaron de los ganados. Luego fortificaron la Ciudad de David con una grande y sólida muralla y torres fortísimas, y la convirtieron en ciudadela. Instalaron allí gente malvada, hombres sin ley, que se hicieron fuertes en ella. Se aprovisionaron de armas y vituallas y depositaron en ella todo el botín conseguido con el saqueo de Jerusalén. Vinieron a ser una permanente amenaza. Esto fue una amenaza para el santuario, un maligno enemigo de Israel en todo tiempo. Sangre inocente derramaron en torno al santuario y profanaron el recinto sagrado. Por su causa huyeron los habitantes de Jerusalén, que vino a ser morada de extranjeros; extraña se hizo a sus nativos, pues sus propios hijos la abandonaron. Su santuario quedó desolado como un desierto; sus fiestas se trocaron en duelo, sus sábados en oprobio, su honor en desprecio. Cuanta fue su gloria fue ahora su deshonra; su esplendor se cambió en duelo. Publicó el rey un edicto en todo su reino para que todos fueran un solo pueblo y para que cada uno abandonara sus costumbres. Todos los gentiles se acomodaron a la palabra del rey. También muchos israelitas aceptaron el culto oficial, sacrificaron a los ídolos y profanaron el sábado. Por medio de mensajeros envió el rey cartas a Jerusalén y a las ciudades de Judá, para que siguieran costumbres extrañas al país. Debían excluir del santuario holocaustos, sacrificios y libaciones; profanar sábados y fiestas; contaminar el santuario y los lugares santos; construir altares, recintos sagrados y santuarios idolátricos; ofrecer en sacrificio puercos y animales impuros; dejar a sus hijos sin circuncidar; mancillarse a sí mismos con toda clase de impurezas y de abominaciones, de modo que olvidaran la ley y cambiaran todas sus costumbres. Y quien no obrara conforme a este decreto del rey, debía morir. En estos términos escribió a todo su reino. Nombró, además, inspectores sobre todo el pueblo y ordenó a las ciudades de Judá que en todas ellas se ofrecieran sacrificios. Se les unieron muchos del pueblo, todos los que abandonaban la ley, y causaron males en el país, con lo que obligaron a Israel a ocultarse en toda suerte de refugios. El día quince de kisleu, en el año ciento cuarenta y cinco, edificó sobre el altar de los holocaustos la Abominación de la desolación. También levantaron altares en las ciudades circunvecinas de Judá. Quemaban incienso a las puertas de las casas y en las plazas y rasgaban y arrojaban a las llamas los libros de la ley que podían encontrar. Si alguien poseía un libro de la alianza, o se sabía que era partidario de la ley, se le condenaba a muerte en virtud de este decreto del rey. Valiéndose de su poder, mes tras mes actuaban contra Israel, contra los que eran descubiertos en las ciudades. El veinticinco del mes ofrecían sacrificios en el ara que había sobre el altar de los holocaustos. A las mujeres que habían circuncidado a sus hijos les daban muerte conforme al edicto, con sus criaturas colgadas al cuello, y ejecutaban a sus familiares y a todos cuantos habían participado en la circuncisión. Sin embargo, muchos en Israel se mantuvieron firmes y tuvieron el valor de negarse a comer cosas impuras. Prefirieron la muerte antes que contaminarse con los alimentos y profanar la alianza santa. Y por eso murieron. Grande fue la cólera que se desató sobre Israel.» (1 Mac 1:20-64 – Biblia Serafín de Ausejo)

Pero tenemos que estar claros que esta profecía se cumplió en el tiempo del imperio griego, no tiene nada que ver con el imperio romano, y mucho menos con el supuesto anticristo futuro. Además de eso, como en ese tiempo no se manifestó el Reino de Dios con sus múltiples beneficios, esta es la otra clave para saber que ese suceso fue solamente un signo precursor, ya que solamente en el Mesías se cumpliría lo anunciado referente a la justicia eterna y todo lo que se desprende de ella. Veamos un comentario acerca de este tema de la Biblia Latinoamericana 1995:

«En todo caso las cifras puestas por el autor se refieren al tiempo de los Macabeos. Si no se verificó entonces el fin de la historia, es inútil manipular las cifras para calcular cuándo será Dios no quiso darla a conocer (Mc 13,32). Al final del siglo pasado, el fundador de los Testigos de Jehová construyó toda su interpretación de la Biblia sobre esta profecía de Daniel. Sus cálculos extravagantes demostraban que, después del reino de Dios en Israel, con David y Salomón, terminado en tiempos de Daniel, empezaba el nuevo Reino de Dios, el cual terminaría en el año 1914, con el fin del mundo. Como no sucedió, rectificaron sus cálculos. No es el lugar para discutir sus teorías. Basta notar que para ellos las dos fechas claves de la salvación son la destrucción de Jerusalén en el siglo VI antes de Cristo, y el año 1914. En cambio, la venida de Jesús, su muerte y su resurrección no tienen ninguna importancia para la venida del Reino de Dios. Con esto se verifica el error de los que se apoyan en textos confusos de la Biblia para cuestionar las verdades más seguras, en vez de partir de las bases más firmes de la fe para tratar de aclarar los textos confusos.»

Al contrario del cese de los sacrificios y ofrendas impuesto por Antíoco, el Mesías, con su sacrificio en la cruz, hizo que automáticamente cesaran completa y definitivamente todos los sacrificios y las ofrendas en general. A partir de ese preciso momento, ya no tendría sentido el seguir ofreciendo sacrificios y ofrendas (como lo hacen aun los judíos no creyentes, simplemente porque ellos no reconocen a Jesús como su Mesías). Tampoco tiene sentido construir un nuevo templo en Jerusalén porque el verdadero templo es Jesucristo, y ese templo físico que fue destruido en el año 70 fue simplemente una sombra o reflejo del verdadero templo. El acto sacrificial del Mesías dio como resultado la sustitución del sacerdocio levítico que subsistía de los diezmos del pueblo de Israel, por un sacerdocio superior que él recibió (según el orden de Melquisedec), y que, además, ni necesitó ni necesita de diezmos para subsistir:

«Si hubiera sido posible alcanzar la perfección mediante el sacerdocio levítico (pues bajo éste se le dio la ley al pueblo), ¿qué necesidad había de que más adelante surgiera otro sacerdote, según el orden de Melquisedec y no según el de Aarón? Porque cuando cambia el sacerdocio, también tiene que cambiarse la ley. En efecto, Jesús, de quien se dicen estas cosas, era de otra tribu, de la cual nadie se ha dedicado al servicio del altar. Es evidente que nuestro Señor procedía de la tribu de Judá, respecto a la cual nada dijo Moisés con relación al sacerdocio. Y lo que hemos dicho resulta aún más evidente si, a semejanza de Melquisedec, surge otro sacerdote que ha llegado a serlo, no conforme a un requisito legal respecto a linaje humano, sino conforme al poder de una vida indestructible. Pues de él se da testimonio: "Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec". Por una parte, la ley anterior queda anulada por ser inútil e ineficaz, ya que no perfeccionó nada. Y por la otra, se introduce una esperanza mejor, mediante la cual nos acercamos a Dios.» (Heb 7:11-19 - NVI)

El Mesías “fue cortado” en la mitad de la última semana, mitad del año 30. Su vida profética duró tres años y medio. Ahora bien, el tres y medio no indica, como el diez, el poder del mundo en su plenitud, sino (mientras opuesto al poder divino el cual se expresa por siete) quebrado y derrotado en su aparente triunfo. Así la muerte de Jesús parecía el triunfo del mundo, pero fue en realidad la derrota de los poderes del mundo conjuntamente con su príncipe: «Ahora es el juicio de este mundo: ahora el príncipe de este mundo será echado fuera.» (Jn 12:31).

ROTURA DEL VELO DEL TEMPLO

«Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad.» (Lc 23:45 – RV1960). La rotura del velo del templo señaló el fin o cesación de los sacrificios por la muerte de Cristo: «Porque con un solo sacrificio ha hecho perfectos para siempre a los que está santificando. También el Espíritu Santo nos da testimonio de ello. Primero dice: "Éste es el pacto que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en su corazón, y las escribiré en su mente." Después añade: "Y nunca más me acordaré de sus pecados y maldades." Y cuando éstos han sido perdonados, ya no hace falta otro sacrificio por el pecado.» (Heb 10:14-18 - NVI). En otras palabras, un único sacrificio puso fin a todos los sacrificios. Así cuando los ritos levíticos se acercaban a su fin, Jeremías, Ezequiel y Daniel, con una claridad cada vez mayor, oponen el nuevo pacto espiritual a los elementos terrenales y pasajeros del pacto viejo.

La rotura del velo tiene un doble significado que envolvía el fin de una era y el inicio de otra:

• Fue ejecutado el fin de la nación de Israel como pueblo de Dios, al rechazar el reino divino, y el inicio de la era de la iglesia heredera del reino de Dios. Lamentablemente a Israel (como nación) solo le esperaba la destrucción física (la cual ocurrió en el año 70) ya que espiritualmente, esa nación fue destruida al romperse el velo. Allí se cortó la comunicación de Dios con esa nación, al quedar descubierto el Lugar Santísimo.
• Se invalida o pone fin al Antiguo Pacto de Dios con Israel, y se firma con sangre un Nuevo Pacto con la iglesia, cuyas promesas son más excelentes que las del primer pacto.
• La barrera de separación entre Dios y el género humano fue quitada, pero fue colocada una barrera de separación entre Dios y la nación de Israel. Ahora todo ser humano (incluyendo al israelita como individuo) tiene la libertad de acercarse a Dios y formar parte del reino de Dios en manos de la iglesia, gracias al sacrificio de Cristo.

Recordemos que el velo ocultaba el Lugar Santísimo del templo de la vista de todo el mundo, y sólo un Sumo Sacerdote descendiente de Aarón podía entrar allí, y lo hacía una sola vez al año en el día de la expiación, cuando ofrecía sacrificios por los pecados de la nación.

Pero la muerte de Jesucristo quitó el velo, y a partir de ese momento todos los fieles que hemos aceptado a Jesús como nuestro Mesías, podemos entrar a la presencia de Dios en todo momento, porque ese velo de separación ya no existe, ya no es necesario:

«Así que, hermanos, mediante la sangre de Jesús, tenemos plena libertad para entrar en el Lugar Santísimo, por el camino nuevo y vivo que él nos ha abierto a través de la cortina, es decir, a través de su cuerpo; y tenemos además un gran sacerdote al frente de la familia de Dios.» (Heb 10:19-21 - NVI)

En la siguiente porción bíblica se ve claramente para qué se pone fin a los sacrificios y ofrendas:

«Por eso, al entrar en el mundo, Cristo dijo: "A ti no te complacen sacrificios ni ofrendas; en su lugar, me preparaste un cuerpo; holocaustos y expiaciones no fueron de tu agrado. Por eso dije: Aquí me tienes', como está escrito de mí en el libro: 'He venido,  oh Dios, a hacer tu voluntad.'" Primero dijo: "Sacrificios y ofrendas, holocaustos y expiaciones no te complacen ni fueron de tu agrado" (a pesar de que la ley exigía que se ofrecieran). Luego añadió: "Aquí me tienes: He venido a hacer tu voluntad." Así quitó lo primero para establecer lo segundo.» (Heb 10:5-9 - NVI)

Como podemos ver Dios requiere obediencia y corazón puro, no una conformidad vacía al sistema expiatorio. Dejar de lado el primer sistema en favor de uno mucho más favorable significa abandonar el sistema expiatorio de la ley ceremonial; no debe entenderse como eliminar la ley moral de Dios. La ley ceremonial preparó a la gente para la venida de Cristo, con su muerte y resurrección aquel sistema ya no es necesario. Por medio de Cristo podemos cumplir la ley moral en la medida que le permitamos vivir en nosotros.

Diac Gonzalez
Maturín, Monagas, Venezuela

Publicado en la edición 1, págs. 4 - 6
10/04/2016

1 comentario:

  1. Buen aporte....es cierto de acuerdo a las escrituras las 70 semanas tienen su Cumplimiento en Mesias...

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